Decidí escribir una obra de divulgación sobre el espacio y el tiempo después de impartir en
Harvard las conferencias Loeb de 1982. Ya existía una considerable bibliografía acerca del
universo primitivo y de los agujeros negros, en la que figuraban desde libros muy buenos,
como el de Steven Weinberg, Los tres primeros minutos del universo, hasta otros muy
malos, que no nombraré. Sin embargo, sentía que ninguno de ellos se dirigía realmente a
las cuestiones que me habían llevado a investigar en cosmología y en la teoría cuántica
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